sábado, 8 de marzo de 2008

Me gusta creer que si.

Antes de ayer viniste a visitarme, mujer de agua. Y se que quieres hacerme creer que eres parte de mi, que yo te invito a mi casa. Estas muy equivocada, tu me invitas a algo de lo cual no estoy segura. Llenas mi cuerpo de esa sustancia que me dificulta caminar con la frente en alto. Pesas dentro de mi, no dejas que mis ojos vean la realidad. No te das cuenta que quiero liberarme. Que me estoy enraizando, donde nunca quise estar. Llevo cadenas en mis pies, y no puedo pasar sin hacer ruido. Y a la vez todas las cosas corren ante mi, y nadie puede esperarme. No crees que es injusto... Tu debes marchar y dejar de hacerme vulnerable.
También me visitó el pequeño niño de amor. Cuando por fin decidió entrar a mi casa, sentí como si lo conociera de toda la vida. Era el momento de decircelo, tal vez ni lo sospechaba. Era un plan casi perfecto, destellos de estrellas a pesar de tener dirección se desviaban. Tal vez por que me inyecté un antidoto contra él. O quizás tu te encargaste de ocultarme con tu manto frio, mujer de agua. Tal vez por que mis mensajes no eran claros. Pero me resigné por el cariño que sentía por él. Dirrección predeterminada tenían sus palabras. Mientras más aumentada el sentimiento, más me encargaba de reprimirlo. Y si mi corazón hablaba, mi mente gritaba. ¿Gran error? Nunca lo sabré. Pero lo dejé libre, para que el amor se volviera más grande. Para que ese día de enero, fuera recordado como una lección. Más que por un gran error, quizás.
Y así fue como me di cuenta, si realmente era lo que quería nunca debí alejarlo de mi lado. Pero ya era demaciado tarde, vaciaste el armario, sacaste las maletas de la habitación. Y yo, apoyada en el marco de la puerta viendote partir. La almoada nisiquiera recuerda tu olor. Te alejaste y no hay vuelta atrás. Pero te quiero. No de la forma que todos creen que tengo que quererte. Te quiero cerca pero no conmigo.
Y para agrarle más cursilerias, un amargo tanto a lo lejos se escucho. Lo explicó todo, el golpe en la puerta rompió todas mis ilusiones. Las mismas que en la noche anterior dejaste en la almoada. Humillada traté de recogerlos. Los junté pero extrañamente las piezas habían perdido su forma, se desconocías. Como si nunca hubieran sido parte de algo tan lindo. No mires atras, se que no lo vas a hacer. Pero me gusta creer que si. Tal vez así sienta que puedo ganar por lo menos alguna vez en este maldito juego en el que sin saber cómo apareció un tercero.
Mujer de agua, lamento haberte echado de mi casa. En estos momentos eres bienvenida...